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Los informes científicos sobre la excavación eran más prudentes. Afirmaban únicamente el descubrimiento de una modesta «tumba venerada», casi destruida por completo y en la que no se habían hallado referencias a san Pedro ni símbolos cristianos, ya que todas las tumbas de la necrópolis son paganas. Los símbolos y grafitis de sentido cristiano que se hallaron, de difícil lectura y de controvertida interpretación, parecen ser contemporáneos a la fábrica constantiniana.

La excavación ordenada por Pío XII no tenía como único objetivo hallar la tumba de san Pedro. Dada la importancia que las reliquias, los restos corpóreos de los santos, tienen para la Iglesia católica, era si cabe aún más importante localizar los huesos del principal apóstol de Jesús. Los investigadores pensaron que éstos debían hallarse bajo los dos nichos que formaban el trofeo de Gayo, en una cavidad subterránea de menos de un metro de profundidad, pero inicialmente en su interior sólo encontraron un gran número de monedas, seguramente depositadas por los peregrinos.

Sin embargo, durante la excavación sí se habían extraído algunos restos óseos, a los que, en un principio, no se les prestó especial atención, por lo que quedaron depositados en una caja de madera y guardados en el almacén de las grutas vaticanas. En la declaración radiofónica de diciembre de 1950, el papa Pío XII se refirió a ellos de este modo: «Una segunda cuestión, dependiente de la primera, se refiere a las reliquias de san Pedro. ¿Se han encontrado? A un lado de la tumba se han descubierto restos de huesos humanos. Sin embargo, es imposible probar con seguridad que pertenecen al apóstol. Aun así, esto deja intacta la realidad histórica de la tumba misma».

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