Parecen salidas de otra época, casi de otro mundo, pero las mascaradas son una de las celebraciones más antiguas y especiales de la península. Con siglos de antigüedad en sus espaldas, estos ritos con carácter benefactor propician la abundancia y el renacer de la vida, además de reforzar la identidad cultural de los núcleos rurales y de la gente que se involucra en mantener viva esta tradición.

Para encontrar su origen hay que volver muy atrás en los libros de historia, incluso antes de que la influencia romana llegase a España, concretamente hasta el momento en el que se comienza a trabajar la tierra y el ganado en la parte occidental de la península, desde Portugal hasta Zamora, pasando por la provincia de Cáceres y Salamanca. En un momento dominado por la naturaleza, los ritmos establecidos por el Sol y la Luna marcaron las estaciones y, con ellas, los ciclos de trabajo de los hombres. Así nacieron las fiestas, como una ruptura con el tiempo de trabajo, y las máscaras las acompañaron.

Su objetivo no era otro que purificar a las comunidades, alejando los males para propiciar la fertilidad tanto de la tierra como del ganado, así como de los propios hombres. El mundo pastoril creó máscaras demoníacas; el ganadero optó por formas de animales; los que buscaban fertilidad incluyeron al toro en sus máscaras y los caballos simbolizaron el traslado de las almas de los antepasados. Estos ritos públicos de carácter benefactor tienen una carga simbólica tan especial que sus portadores dejan de lado su personalidad para asumir la de su máscara.

De este modo, la naturaleza viste a las máscaras y el colorido se apodera de las calles. Estos rincones de la España vaciada se llenan de vida para contemplar un ritual que está en peligro de extinción. "Estos pueblos son pequeños, tienen cada vez menos gente y se encuentran en la España más despoblada, pero sus habitantes siguen manteniendo la tradición a pesar de que cada vez son menos", afirma Vicente.

La celebración de estas festividades solía darse originariamente en la época invernal, aunque en muchos casos las fechas han ido cambiando con el paso del tiempo y la herencia cultural de los antepasados para añadir numerosas fechas al calendario como en Carnaval, la Pascua o el Corpus Christi.

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